Soledad Torrentoza.

La mujer me daba miedo. Me intimidaba, me hacía sentir cierta incomodidad con su rostro anguloso y la rudeza de sus tatuajes. La imaginaba andando por Providencia con el pololo ique yo le había inventado, que era un poco gordo y con barba de Shopper. Por supuesto, en moto. Y por Providencia, porque era cul, se notaba.

Nada, nada de eso era verdad. Sólo su gusto por Providencia.
Trabajos, texos feministas, un par de películas, incontables borracheras y muchas horas después oscilamos entre un cariño maternal y la crítica descarnada.
Nos queremos, porque somos intensas, locas y pocas.

Soy otra, hoy. He visto muchas cosas, he sufrido un poco, me he emborrachado harto, he amanecido en camas ajenas, he hecho cosas buenas y malas, a veces me come la nostalgia, pero avanzo. Con el placer de llegar a casa.

Soledad Torrentoza, apasionada, intensa. Su vida llena de matices, experiencias locas, mesura y tropiezos. Las coincidencias, a pesar de las diferencias. Santiago es un lugar difícil, pero lleno de intertextualidades. La trascendencia, la sorpresa. Gracias.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Estética de la decadencia.