Zuricata

Conozco una Zuricata estructuralista. Sí, habita en la sabana, y es la más observadora de su manada. Constantemente está oteando el horizonte, y pensando que en la vida sólo existen dos especies: las zuricatas y las tortugas. Yo le econtré toda la razón del mundo, y desde ahí sellamos un pacto interestelar de amistad perpetua y descuarizamientos varios. Porque según él, yo también soy una zuricata. Somos de la misma especie.

El problema de la Zuricata es que no sabe de dónde sacar su alimento. Su existencia sucede tras los libros, en la comodidad de su hogar C2, pero con piscina. Se pierde, la saban real le queda grande. Es ahí donde su ignorancia y sus pretensiones de ser la Zuricata Mayor quedan en el tintero, en el tintero que está sobre el escritorio en el que siempre se ha protegido.

Pero es una Zuricata sabia. Tiene el don de la clarividencia, de la telepatía y se rumorea que el de la teletransportación. Como ese tema de Charly que no conocía antes de conocerme, porque es demasiado soberbio como para dejar influenciar su música por referentes clásicos. Aún recuerdo con claridad la mañana en que me sorprendió con la guitarra, desde el living.

Somos compañeros de borracheras y lo más cercano a un amigo (hombre) que orbita en mi galactéa.

Pronto llegará el momento en que emprenda una travesía interestelar. Cuando sobreviva, por fin entenderá de que le hablo. Y llegará a hacer lo que siempre ha soñado: orbitar desde la dimensión desconocida.

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