Es triste dejar relaciones de lado

Pero a veces es necesario.

¿Les ha pasado que hay personas en su vida con las que interactúan y quedan con una sensación de molestia y/o cansancio? No es un sentimiento fácil de identificar, pero si observamos un poco, si nos damos un momento para observar las sensaciones residuales que algunas conversaciones nos dejan, somos capaces de percibirlo. Es una incomodidad media inubicable, como cuando te pica una zona y no sabes muy bien dónde es o tus brazos no alcanzan para llegar y rascarte.



En los últimos años he cambiado harto. Ha sido un proceso activo, de voluntad, errores y aciertos. Soy de ese grupo de personas que piensa que todo está en constante cambio, como si las cosas nunca acabaran de acomodarse. Eso a veces me ha llevado a cometer el error de fijar puntos de inicio y pensar que desde allí en adelante las cosas serán distintas*. Sin embargo, la vida se ha encargado de recordarme que no es así, y con ello a reforzar uno de los aprendizajes que más complejos me resultan: está bien equivocarse. También está bien enojarse por ello, pero cuando nos empezamos a vincular de manera amorosa o humorística con el error, el dolor empieza a ceder. Y no sé cómo será para ustedes, pero para mi ese es uno de los principales objetivos en la vida: estar en paz. Entendiendo la paz como el cese del dolor a través de la aceptación.

Conforme nuevas estructuras de vincularme con el mundo se han ido asentando, algunas de mis relaciones se han complejizado. Me refiero a personas que, por decirlo de alguna forma, son de otras épocas. Que conocieron a otra Paula, quizás otras Paulas. Paulas que ahora son otra, con otros códigos, con otras perspectivas. Entonces, se producen grietas. Entonces, chocamos. Entonces, cosas que antes me parecían naturales o “normales”, hoy me parecen situaciones con las que no quiero lidiar. Cosas que llaman a otras, que ya no quiero en mi vida. Allí es donde esta incomodidad emerge, esa picazón vaga que cada vez me cuesta menos detectar. Sucede entonces que me alejo, sucede entonces que ya no suelo guardar lo que pienso, sucede que aprendí a plantearme frente a las personas y las situaciones con la certeza de quién soy. Y ellos se decepcionan de que la Paula de antes sea otra.

Y yo me entristezco al constatar que no saben quien soy ahora. Luego me doy cuenta del profundo egoísmo de esa idea, pues todos los tangos se bailan de a dos. Podría culpar a la ciudad, la adultez y sus ritmos o podría también suponer que simplemente las cosas se acaban. Todo eso es cierto, así como también la certeza de no entregarme nunca más a relaciones asimétricas, donde mi presencia opera como un elemento necesario para algo en sus vidas, mientras yo con lo único que me quedo es con las ganas de escribir esto.

*Esta cita lo explica mucho mejor que yo: "En realidad, su viaje no había hecho más que empezar. Las cosas pueden empezar más de una vez, o de modos distintos. Uno podía creer que estaba comenzando algo nuevo cuando en realidad no hacía más que repetir lo que había hecho hasta entonces."

El insólito peregrinaje de Harold Fry, Rachel Joyce.

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