Hubo una vez (y varias más)

Tuve un pololo que siempre me hizo sentir disminuida intelectualmente. Hablaba de libros rebuscados como si todos tuvieran que saber a qué se refería y no perdía oportunidad de decir cuán tontos le parecían todos los demás. Ah, también se comía las empanadas con tenedor y cuchillo.

Aún así, no culpo al patriarcado. No de esto, o al menos no completamente. Culpo al inconsciente. A ese que nos lleva por donde no queremos, sin darnos cuenta. A ese que nos hace decidir por aquello que representa la repetición, a eso que nos hace desear lo que no entendemos.

En su defensa, leí mucho en ese tiempo. Leer era la manera de protegerme ante la amenaza constante de que descubriera que, en el fondo, soy una mina más, intentando tener una relación más, tratando de no ser como nadie más. Y eso me hizo menos, mucho menos.

Las invito a parar un poco y hablar en serio.

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